Los cambios que están experimentando hoy las sociedades ocurren con tanta rapidez que muchas veces no les permiten percibir con claridad cuáles son en verdad los que importan y que, por eso mismo, están destinados a perdurar.
Por ejemplo, todavía resulta difícil -incluso en los estamentos que más interesados deberían estar en el tema- juzgar con objetividad la importantísima contribución que los jóvenes en general están haciendo ahora al mundo. Por supuesto, siempre se ha considerado que ellos, esos recién llegados a los ámbitos de trabajo, de educación y hasta de poder, quieren cambiar el mundo, y esto ha sido, y es, visto sucesivamente como algo bueno o como algo demasiado revolucionario.
Sería poco inteligente ignorar a esa inmensa masa crítica de ciudadanos cada vez más jóvenes que hoy están liderando proyectos sociales o involucrándose con la realidad social, sobre todo porque, si bien lentamente, están logrando gran parte de sus objetivos. Es evidente que, a partir del uso de las redes sociales, aquellos que quieren efectivamente hacer cambios en la realidad están más cerca, mejor comunicados y, en ese campo, son los jóvenes los que nos llevan la delantera. Por esa misma razón, también son los que muestran un espíritu más solidario y participativo, porque por primera vez quizá son los que tienen los pies sobre la tierra.
Recientes estudios han demostrado que son los jóvenes los que consideran importante trabajar en la corrección de las desigualdades sociales, tener un trabajo significativo para la sociedad o pensar en problemas sociales, es decir, preocuparse por los demás. Y un ejemplo muy fresco es el que han dado los voluntarios que participaron en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, en la que más de 50.000 voluntarios, la mayoría realmente muy jóvenes, estuvieron presentes no sólo para dar testimonio de su fe, sino también para compartir experiencias sociales con sus pares con vistas a replicarlas en sus comunidades locales.
La existencia de estos valores sociales en los jóvenes debe alegrarnos, porque quiere decir que la sociedad de consumo está mutando, que las nuevas generaciones piden otro tipo de cosas, y que hablar de sostenibilidad o responsabilidad social corporativa no es sólo un requisito para los empresarios: estas exigencias están en función de un nuevo tipo de comunidades, de las que estos jóvenes son los mejores representantes.
En la Argentina de hoy, afortunadamente, hay muchos ejemplos -que el suplemento Comunidad se ocupa de reflejar en forma periódica- de esto que aquí señalamos. Como sociedad en construcción que somos, los argentinos podemos y debemos confiar en el criterio de nuestros jóvenes y en sus ganas de trabajar por el bien común.
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