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Viviendo sobre ruedas

Vivo con mis tres hermanos y mis padres. Me encuentro cursando la carrera universitaria de periodismo.

A los 9 meses debido a que no tenía el comportamiento de un bebé de esa edad, mi familia me llevó a una consulta con un médico. El neurólogo me diagnosticó una lesión de nacimiento que trajo aparejada una secuela motora.

Hice kinesiología a lo largo de toda mi vida. ¿No me he cansado alguna vez? Cualquiera se puede cansar al hacer algo por mucho tiempo. Siempre es bueno cambiar de aire, de sintonía. En mi caso, trato de tomarme las cosas con responsabilidad. No hago gimnasia para estar en forma (si bien nunca dejo de interesarme por ello), sino más bien, para estar mejor físicamente y así contar con las herramientas necesarias para valerme por mí misma.

A los 16 años enfrenté ante un gran desafío. En mi Scooter, medio que utilizo para desplazarme en la calle, empecé a viajar en tren y colectivo. Me acuerdo como si fuera hoy: el primer día lo hice en compañía de tres amigos y con el teléfono a mano para avisar a mis padres ante cualquier problema. Con el paso del tiempo, me animé a hacerlo sola. Hoy, es una de las cosas que más disfruto. Se siente una gratitud inmensa cuando el esfuerzo trae sus frutos. Hay que ser paciente y saber esperar. Leer las señales es el mejor consejo para llegar a buen puerto.

Debo agradecer a muchas personas por esta realidad de hoy: mis padres, hermanos, abuelos, tíos, primos han sido incondicional es para mí y les voy a estar eternamente agradecida. También a mi novio, el amor de mi vida, la persona con la que espero estar para siempre y a mis amigos que son mis confidentes, mis compañeros de emociones. Son muchos los problemas que enfrenté, pero los pude superar.

 

LA SOCIEDAD
Con respecto a la sociedad, considero que todos los días se aprende algo. Me incluyo dentro de ella. Soy una más, siempre me gustó que me traten como tal. Es bueno enseñar a los otros cuál es la mejor forma de solidarizarse. Asimismo, es honesto saber que todos debemos aprender a ayudarnos sin importar nuestra condición. Nunca se sabe quien va a ser el que necesite ayuda. Como dice un antiguo refrán: "Hoy por ti, mañana por mi".

Falta identificarnos como comunidad, como un todo infranqueable. La palabra "comunidad" me recuerda a "unión", algo que muchas veces nuestro entorno no lo refleja.

La Cuidad de Buenos Aires es una de las mejor dotadas en el país para la circulación de personas con capacidades diferentes, pero aún falta mucho por hacer.

Me remito al término "capacidades diferentes" ya que sostengo que no soy "discapacitada" como se suele decir. Tengo una capacidad distinta a la de los demás, eso es todo. Por desgracia, son muy pocos los que lo entienden y muchos los que se ven afectados por la discriminación. Todos nos movilizamos sobre ruedas cuando nos subimos a un auto, colectivo, tren. La única diferencia es que yo al bajarme del auto, por ejemplo, continuó moviéndome sobre ruedas.

Mi capacidad es distinta pero además visible. Los diabéticos, por ejemplo, tienen un problema para degradar los alimentos que ingieren pero si uno no habla con ellos y los ve caminando por la calle, no da cuenta. En cambio, a mi si me ven andando con mi Scooter, se dan cuenta a simple vista cual es mi punto débil. Y por eso que muchas veces la gente cree que soy más vulnerable. Tengo mis días bueno y malos, como todos. Tal vez las cosas me duelan un poco más que a otros, pero no todos somos iguales ni tenemos la misma forma de ser. La vida me fue haciendo fuerte. Hoy me enfrento a esta realidad que me toca vivir con la mejor sonrisa, recordando que es mejor que me haya tocado nacer con este problema a que éste me tocara la puerta a mitad de camino. Nací así, soy así y siempre lo seré. Si todos los días me hago problema por esto, me voy a olvidar de vivir ¿No creen?

En el camino hacia la Universidad, veo autos estacionados tapando las rampas. Ya no me sorprende si un policía esta al lado de éstos sin hacer la boleta. En el caso de los colectivos, si la persona que está en silla de ruedas se encuentra sola, muy pocas veces el conductor se decide a parar; si esta persona esta acompañada, pueden llegar a detenerse.

Esto me recuerda una anécdota recurrente. En el mes de diciembre del año pasado, fui en transporte privado (que no todos tienen la posibilidad de pagar) a la Universidad para hacer unos trámites. Luego, fui a encontrarme con mi novio en Libertador y Pueyrredón ¿Para qué? Fue un desastre. En cada cuadra tenía que detenerme a buscar alguna bajada de garaje que simulara ser rampa para poder seguir mi camino. Y en ese mismo día tuve que pedirle por favor a policías para que cumplan con su labor y sancionen a los que tenían sus automóviles obstruyéndolas ¡Era el colmo! Para hacerlo sencillo: cuando volví a mi casa le escribí una carta a Macri. Aún hoy sigo esperando una respuesta. En estos días su Gobierno sacó una nueva propuesta: los automóviles que se encuentran obstruyendo las rampas, son multados; pero además se los identifica con una calcomanía en el vidrio trasero. De esta forma, las autoridades (e incluso) la sociedad misma, sabe que la persona que conduce ese auto no respeta las leyes ¡Esperemos que este proyecto produzca cambios significativos!

Estas cosas que he mencionado no deben dejar de sorprendernos, si lo hacen estamos ante un grave problema. Al acostumbrarse a esa realidad, no se registra lo que cambia (ya sea para bien o para mal).

Falta mucho por mejorar, pero también, mucho es lo que ha mejorado. Falta mucho por conseguir pero miremos el vaso medio lleno. La adaptabilidad en la Argentina ha avanzado en estos últimos años. Antes no existían los colectivos de piso bajo, ahora, es solo una cuestión de suerte y de habilidad para hacerse escuchar y buscar el lugar que corresponde. La sociedad está más respetuosa y amable: son menos los que miran con el ojo crítico y creen que tienen la verdad absoluta.

Por último, me gustaría dejar unas reflexiones. No hay que perder las esperanzas. Hay veces en las que se pierde la fortaleza y por más que se intente uno cree que no puede seguir el camino. Nunca hay que dejar de creer en nosotros mismos.

ESA ES MI CLAVE
Creer en mi misma y vivir cada día como si fuera el primero y el último que me queda por vivir, compartiendo mis alegrías y tristezas con los que quiero y me quieren. Sabiendo que siempre que me necesiten voy a estar allí para ellos, como sé que ellos estarán ahí cuando necesite su apoyo.

POR CLARA LOMBARDI
CLARILOMB@GMAIL.COM

 
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25 de Marzo