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Héroes en la montaña más alta | |
Continuación... Damián y Willie adhieren a una curiosa teoría de la buena suerte que escucharon por primera vez, posiblemente, en la región del Himalaya. La teoría, en lo esencial, sostiene que cada persona dispone de una cantidad limitada de suerte, El primero fue Damián, quien sufrió una caída casi mortal en 1993 mientras escalaba en el estado de Washington. Los médicos comprobaron que tenía los ligamentos rotos, un tobillo desgarrado y la pierna inutilizada. Pasó por varias cirugías y tuvieron que reconstruirle el tendón de Aquiles antes de que pudiera volver a caminar y a cargar la mochila. El día negro de Willie fue el 9 de agosto de 2009. Escalaba una de las paredes de Mount Torment, en el norte de los Estados Unidos, y estaba sujeto por una cuerda a Craig Luebben, un conocido alpinista y escritor norteamericano. Craig estaba unos metros más arriba en el momento en que Willie oyó el golpe. El instinto, así lo llama él, hizo que se apretara con más fuerza a la roca. Vio caer primero un enorme bloque de hielo, del tamaño de un auto, que lo golpeó con fuerza, pero no la suficiente como para arrancarlo de la montaña. Luego fue el cuerpo de Craig el que pasó a su lado y quedó colgando en el vacío, unos quince metros más abajo, sujeto por la cuerda. Cuando Willie llegó a su lado Craig todavía estaba consciente. Le habló para animarlo y para que no se durmiera. Después, a pesar de que él también estaba herido y con traumatismos, lo cargó como pudo hasta la protección de una cornisa y llamó con su celular al 911 para que enviaran una patrulla. El mal tiempo demoró el rescate y Craig murió seis horas después. Willie pudo ser rescatado de la montaña en helicóptero. * * * Pese a que no pudieron cumplir a rajatabla con la primera regla que se habían impuesto en Puerto Madryn, los hermanos jamás pensaron en dedicarse a otra cosa. Son como los marinos que soportan las peores tormentas en alta mar pero que se marean en cuanto pisan tierra firme. Los agobian la vida urbana, las multitudes y la hoja de ruta que impone el reloj. Aceptaron ver el último Boca-Racing, por ejemplo, porque los invitó un amigo y estaban de paso, pero en la mitad del primer tiempo ya se habían arrepentido. Los dos hablan con respeto del bisabuelo Tiburcio Benegas, que fue senador, gobernador de Mendoza y uno de los grandes pioneros de la vitivinicultura argentina. Rescatan, sobre todo, su carácter independiente, innovador y el hecho de que aceptara los riesgos con naturalidad, como parte de la vida misma. "El miedo es útil -afirma Willie-, porque te mantiene alerta y, en la mayoría de los casos, también vivo." Damián reconoce que para él no hay mayor sensación de plenitud que la que provoca la altura: "Mis motores -dice- se encienden a partir de los cinco mil metros". * * * Cuando este texto llegue al lector, Damián y Willie estarán escalando nuevamente el Everest, esta vez como guías de Leonardo McLean, el segundo argentino que intenta completar el Seven Summits, el circuito de las cumbres más altas de cada continente. Si tienen éxito, como el año pasado, cuando guiaron a la cima a Mercedes Sahores, la primera argentina en llegar a lo más alto del Everest, tendrán su cuarto de hora en los medios. Será una excepción. Las hazañas en las alturas ocurren siempre en soledad o con testigos privilegiados que se cuentan con los dedos de la mano. Salvo cuando todo termina en tragedia. Antes de partir para el Himalaya, los Benegas vivieron sesenta días de gloria. En diciembre, Willie hizo cumbre en el monte Vinson, el más alto de la Antártida, y en enero alcanzó en dos oportunidades la cumbre en el Aconcagua; la segunda vez, en solitario, sin apoyo externo, en un ascenso y descenso rápido de 32 horas que es el nuevo récord para la montaña. Damián acompañó a su hermano en el primer ascenso al Aconcagua y después se marcharon juntos al Sur, a batir otra marca. En sólo tres días escalaron y descendieron la pared de 2800 metros del Fitz Roy, considerada de dificultad extrema y una de las más difíciles del mundo por sus enormes extensiones de lajas casi verticales y los vientos huracanados. Después se fueron al Everest, a desafiar a la gran ballena blanca del alpinismo.
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Por Héctor D´Amico |
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