ESTUDIANTES
Un 83% de los Jóvenes no recupera sueño necesario


Necesitan dormir 9 horas para crecer y tener un buen desarrollo intelectual, pero sólo alcanzan las 7. Según un estudio del Hospital Universitario Austral, la situación es peor los fines de semana, cuando los adolescentes duermen mal. Soluciones y consejos.

Los párpados se caen, la cabeza pesa, y ya no importa el ejercicio de matemática escrito en el pizarrón. Sólo quiere una almohada, pero son apenas las 8 de la mañana y faltan aún 16 horas para irse a dormir. La mitad de los adolescentes argentinos podría protagonizar esta escena, según un estudio nacional llevado adelante por científicos de varias disciplinas y de distintas instituciones, y del que participó el Hospital Universitario Austral (HUA).

Entre mayo y noviembre de 2004, cerca de 2.900 estudiantes de colegios secundarios, de entre 10 y 15 años, respondieron un cuestionario que intentaba averiguar cuál era la relación entre el poco dormir y el mal desempeño académico.

Era la primera vez que se hacía este tipo de estudio en un país hispanohablante y para ello se eligieron como muestra 9 escuelas de Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Paraná y Neuquén.

¿El resultado? La mitad de los adolescentes de nuestro país duerme menos de 9 horas, es decir, lo que estrictamente necesitan para llevar una vida saludable, y eso afecta notablemente su rendimiento escolar.

Una particularidad: a diferencia de los chicos estadounidenses, que recuperan el sueño perdido durante los fines de semana, los adolescentes argentinos continúan durmiendo mal también el viernes y el sábado. Sin embargo, esto no significa que duerman, de hecho, menos horas.

Durante el fin de semana, el joven argentino promedio se acuesta a las 5 de la mañana y se levanta a las 13, mientras que el estadounidense duerme de 24 a 10 de la mañana. El número de horas de sueño puede parecer similar, pero no así su calidad: en el caso local, se pierden horas de sueño nocturno, que son fundamentales para el adolescente, porque están ligadas a cambios hormonales que influyen en su desarrollo y crecimiento.

Del estudio surge otra conclusión preocupante: si los adolescentes duermen poco, tendrán una excesiva somnolencia diurna, por lo cual el aprendizaje puede verse alterado. "Al no tener horas de sueño reparadoras, la concentración, el nivel de alerta, las habilidades cognitivas y la memoria se deterioran con el correr del tiempo. Y lo mismo sucede con el sistema inmunológico y los procesos hormonales vitales", explica el Dr. Daniel Pérez Chada, Jefe del Servicio de Neumonología del HUA y uno de los autores de la investigación.

Es que el sueño no está hecho sólo para descansar y reponer fuerzas, pues mientras dormimos se renuevan las células del cuerpo, la piel y las vísceras. Asimismo, se forman defensas contra muchas enfermedades. Según un estudio de la National Sleep Foundation, los adolescentes con trastornos de sueño tienen mayor irritabilidad, les cuesta adaptarse socialmente y tienden a la hiperactividad. De hecho, muchos chicos son diagnosticados en un primer momento como ADHD, Trastorno por Déficit de Atención por Hiperactividad, por su sigla en inglés, cuando, en realidad, padecen un trastorno del sueño.




Biológicamente desfasados

A simple vista, la solución a este problema parecería fácil: que los chicos se acuesten antes. De esa manera, estarían despiertos y dormirían esas 9 horas que necesitan para crecer y desarrollarse. Pero la cuestión no es tan simple...

Los cambios en la pubertad provocan que la melatonina, u hormona del sueño, sea liberada posteriormente en el día, lo que altera los ritmos cíclicos y, a su vez, el ciclo dormir - despertar. El resultado es que el cuerpo de los chicos siente sueño más tarde que el de los adultos. De esta manera, es inútil que los padres pretendan que sus hijos se acuesten a las 20 o 21, pues su fisiología no está preparada para eso. Y esta situación se repite al día siguiente, cuando temprano por la mañana, los chicos están más cansados que los adultos.

Claro, según su reloj biológico, todavía es de noche. Para Pérez Chada, este retraso de fase está presente en todos los chicos y, durante la época de clases, esta alteración se hace más evidente.

Incluso, este defasaje horario ha llevado a que en algunos colegios de los Estados Unidos se atrasara la hora de comienzo de clases. "Sin embargo, modificar esto en nuestro país significaría alterar uno de los ejes sobre los cuales se organiza la vida del país. El tránsito aumentaría, las clases terminarían más tarde y para los maestros que trabajan en varias escuelas sería imposible coordinar todos los horarios", explica Pérez Chada.

Para Daniel Cardinali, otro de los autores del estudio, investigador superior del CONICET y titular del departamento de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), "otra solución podría ser que materias más abstractas como Lengua y Matemática no se dictaran en las primeras horas de la mañana, sino que los programas incluyeran actividades dinámicas o físicas porque el chico tiene un nivel de concentración más alto durante el mediodía".




Un mal de nuestra época

Por ahora, estas medidas parecen utópicas, al menos, en la Argentina, y lo único que pueden hacer los padres para que sus hijos duerman mejor y tengan un buen rendimiento escolar es inculcar con el ejemplo hábitos adecuados de sueño. "Uno no puede estar pidiéndoles a sus chicos que se vayan a dormir a las 22, mientras uno se queda frente a la computadora hasta las 3 de la mañana. Los padres tienen que ser consecuentes con las actitudes", señala Pérez Chada.

Pero es difícil inculcar el ejemplo en un mundo en el que cada vez se duerme menos. El día se ha prolongado artificialmente, como consecuencia de un modelo de sociedad que vive las 24 horas. Según Daniel Cardinali, el problema es grave. "Hemos perdido 25% del sueño en 40 años. La vorágine del trabajo y el estrés generaron un sentimiento generalizado de que las horas de sueño son un desperdicio. Hemos mutado el medio ambiente para adaptarlo a nuestras costumbres", sostiene.

Según la Dra. Annie Vallieres, profesora adjunta de la Escuela de Psicología de la Universidad de Laval, en Québec, Canadá, "cada vez hay más demanda de la población para recibir ayuda con sus problemas del sueño. Sobre todo, con el insomnio. Esto es consecuencia de una sociedad que vive estresada. Además, en Europa y América del Norte ha aumentado la obesidad, y esto lleva a que aumenten las enfermedades del sueño".




Apneas y ronquidos
Según el estudio, además de esta "deuda de sueño", puede haber enfermedades que potencien el mal dormir y, por lo tanto, repercutan en el rendimiento escolar. Los datos obtenidos sorprendieron a los investigadores: se descubrió que el 23% de los adolescentes que fueron encuestados ronca, y el 11% padece apnea, una pausa en la respiración.

Cuando una persona detiene por un instante su respiración, el cerebro registra que la persona no está respirando y, por consiguiente, para permitir que vuelva a entrar aire normalmente, se despierta. Esto se denomina microdespertar del cerebro. Este despertar eléctrico, no percibido por la persona, hace que las apneas cesen. Es decir, cada apnea termina con un despertar eléctrico del cerebro. Y como esta situación se produce varias veces durante la noche, las personas que sufren apneas tienen un sueño poco eficiente, no reparador y fragmentado. Este tipo de pausas se denomina obstructivas y se produce en chicos que tienen problemas de obesidad, hipertrofia de amígdalas y adenoides grandes, debido a que estos tejidos agrandados obstruyen las vías respiratorias. 

"Lo importante es que si un padre detecta que su hijo, aún siendo un bebé, ronca o tiene alguna dificultad respiratoria durante el sueño, debe consultarlo con su pediatra. Porque estos episodios pueden producir cambios en el desarrollo neurológico del niño e influenciar en su proceso de aprendizaje", advierte Pérez Chada. Los trastornos en la respiración durante el sueño en los chicos pueden ser muy variados: desde un simple ronquido banal hasta la apnea obstructiva.

El ronquido se considera sólo un problema banal cuando el chico comió de más esa noche o está congestionado, y por eso ronca. Pero cuando el ronquido es frecuente y está acompañado de una respiración irregular, los padres deberían estar alertas. Según el neumonólogo del HUA, está demostrado en la literatura médica que los chicos que tienen un ronquido importante en sus primeros años de vida, cuando llegan a la edad escolar tienen una mayor dificultad para resolver problemas de aprendizaje.

La primera recomendación, entonces, para combatir el mal dormir de los adolescentes es que los padres estén alertas y consulten a especialistas si es necesario. Pero en el día a día, ¿qué pueden hacer para que sus hijos duerman mejor? Si bien no se puede luchar contra la naturaleza adolescente y controlar la melatonina, sí se pueden inculcar hábitos de sueño saludables que incluyen mantener una rutina horaria para ir a la cama y tratar de no navegar en Internet o mirar televisión antes de ir a dormir.

Las pantallas luminosas afectan al reloj biológico y pueden provocar una trasnochada. Una siesta de media hora también es una buena opción para los chicos que no asisten a doble escolaridad. Pero más que nada es esencial que los adolescentes comprendan la importancia del buen dormir porque la deuda de sueño se acumula y, en algún momento, se paga.




Dormir bien, cuestión de hábitos
Para que los adolescentes duerman más y mejor, los especialistas se ponen firmes: hay que evitar que el cuarto de los chicos sea un gabinete electrónico. La computadora, el iPod y la televisión no ayudan a conciliar el sueño y es mejor que estén en otro ámbito de la casa. "Cuantos más elementos tecnológicos haya en el cuarto, menos horas de sueño", advierte Pérez Chada. El especialista recomienda seguir esta lista de "higiene del sueño":

1. Tener horarios regulares para acostarse y levantarse. Es la única manera de lograr un sueño ordenado.

2. Dormir 9 horas por día.

3. Evitar el consumo de estimulantes como café, té y bebidas colas después de las 18.

4. No usar la cama para comer, hacer la tarea o hablar por celular porque de este modo, el cerebro deja de asociar a la cama con el sueño o el reposo.

5. Evitar las actividades deportivas muy estimulantes a altas horas de la noche.

6. Armar rutinas que favorezcan el sueño como lecturas antes de dormir.





Una buena siesta
Uno de los problemas centrales de la sociedad occidental es la privación de sueño. Por consiguiente, todos deberían tener algún tiempo de sueño reparador. Obviamente, el sueño nocturno es el más adecuado, pero conviene, si se puede, tomar una siesta. Lo que muchos no saben es que la siesta para que sea reparadora debe seguir ciertas reglas. Primero y principal no debe superar los 30 minutos porque la siesta prolongada genera lentitud en la recuperación del alerta.

Y segundo, no se debería dormir a cualquier hora. Las primeras horas de la tarde entre las 13 y las 15 son ideales para una siesta corta. En general, los momentos de siesta no deberían coincidir con los momentos de mayor tendencia de sueño natural.



Fuente: Vida, La Revista del Hospital Universitario Austral. Año 7, número 16. Verano 2008.