HABLEMOS CLARO
Hablemos de sexualidad,
hablemos de nosotros

Hablar de sexualidad es mucho más que darnos permisos para charlar sobre el placer, la actividad sexual y la prevención de enfermedades. Es reflexionar sobre el ser mujer y el ser varón, sobre la riqueza de la diferencia que nos hace estar hechos el uno para el otro.

¿Te pusiste a pensar que muchas veces ponés tu libertad por sobre todas las cosas?. Es obvio, ¡sí lo que elegís te va configurando!. Pero que esto no te haga olvidar que las cuestiones más básicas, las que te han formado desde muy chiquito no han sido producto de tu elección: no elegiste llegar al mundo, no elegiste formar parte de tu familia, ni tener los padres que tuviste, ni vivir en esta época, ni en este país, ni ser varón o mujer. Todo esto te ha sido entregado como un regalo, sin pedirlo. En vos está renegar de él o aceptarlo y trabajar cada día para enriquecerlo y mejorarlo.

Cuando hablamos de sexualidad, hablamos de ese aspecto de tu “precioso regalo”: tu ser sexuado. Antes del uso de las ecografías eran el médico o la enfermera quienes primero gritaban ¡es varón! o ¡es niña! porque es bien claro y evidente que a la existencia, no venimos en “unisex”. Somos varones o mujeres. No hay otra posibilidad. ¿Me dirás que es un límite?, ¡Por supuesto! Sabés que nunca has sido, ni serás, ni podrás ser del sexo opuesto. Todas tus células te lo dicen y también se lo dicen a cada bebito que se está gestando con un “sello de fábrica” XX o XY, salvo excepciones donde hay una enfermedad genética cuyas cifras son totalmente ínfimas en relación al resto de los partos. Pero este límite también te ofrece la posibilidad de desplegarte en lo propio ¿conocés otra manera de crecer que no sea aceptando y mejorando lo que tenés?

Si bien sos la misma persona desde que fuiste concebida, no sos físicamente igual que a los doce años, ni te expresas igual que cuando tenías dos, ni sentís como a los seis meses. Del mismo modo tu sexualidad se va desarrollando y madurando a lo largo del tiempo a través de distintos momentos: unos tranquilos y calmos, otros más turbulentos con mayores riesgos. En fin… ¡cómo todo tu crecimiento como persona!.

Y justamente porque sos una persona, no está ajena la posibilidad de educarte. Educar tu propia sexualidad es, entre otras cosas, el trabajo, de conocerte, reconocerte, asumirte, poseerte y gobernar tu impulso sexual. Trabajo que nadie, nadie, nadie puede hacer por vos. Tu sexualidad es un componente básico en tu personalidad, un modo propio de ser, de manifestarte, de comunicarte con los otros, de pensar, de sentir, de expresar y de vivir el amor humano.

Aquí está la gran riqueza del tu ser sexuado: la posibilidad de que logrando un desarrollo pleno, puedas vivir la reciprocidad, encontrándote y entregándote. Y no me estoy refiriendo ahora, al aspecto físico del encuentro sexual sino a todos aquellos encuentros en que hacés y harás un aporte desde el ejercicio de tu feminidad o masculinidad para que tus ámbitos cotidianos se enriquezcan. La sexualidad “impregna” toda tu persona y abarca todas las dimensiones de lo humano: biológico, psicológico, social y espiritual, en sus manifestaciones tanto internas como externas. Por eso, reducirla a la genitalidad o a la actividad sexual es quedarse sólo con una parte, que sin su marco, hasta pierde su especificidad y significado verdadero.




Myriam Mitrece de Ialorenzi
Lic. En Psicología. Prof. en Ciencias de la Educación Docente