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Del living al mercado global

Empezaron en un departamentito y hoy facturan cifras millonarias exportando desarrollos y servicios informáticos made in Argentina . El boom del software local, sin embargo, está amenazado por la falta de estudiantes de ciencias "duras".

En 1995, Mike Santos dejó una carrera promisoria en IBM para crear su propia empresa con dos amigos: Adrián Iglesias y Germán Pugliese. Todos tenían entre 26 y 29 años, un título bajo el brazo (licenciado en Ciencias de la Computación, ingeniero en Sistemas y máster en Finanzas, respectivamente), pero, sobre todo, querían trabajar por cuenta propia. "Muchos habrán pensado que estábamos locos: dejar un trabajo en una multinacional para largarnos a una aventura", reflexiona hoy Mike, en las oficinas de Technisys ( www.technisys.net ), la empresa que fundaron y cuyo foco principal es el software para la industria financiera. "Máxime teniendo en cuenta que no teníamos muy en claro qué íbamos a hacer y que al poco tiempo se vino el tequila" (la crisis iniciada tras la devaluación del peso mexicano).

"Nuestra idea era desarrollar la banca on line, cuando no existía ni el Internet Explorer (lanzado a fines del '95 por Microsoft)", dice el emprendedor. "Lo más difícil fue generar confianza, porque íbamos a ver a los ejecutivos de los bancos con nuestra propuesta, y la verdad es que éramos tres pibes en un departamento. Empezamos en un living, con dos PC. Y estuvimos un año sin cobrar un peso, viviendo de nuestras indemnizaciones. En los primeros cinco años, pasamos de facturar cero a facturar cinco millones (de pesos o dólares), y de ser 3 a emplear a 90 personas."

En 1996 desarrollaron la primera aplicación de banca por Internet en América latina para el Deutsche Bank, su primer gran cliente. Era para hacer consultas simples, como saldos y movimientos entre cuentas, en terminales muy parecidas a lo que hoy son los cajeros automáticos, salvo que no se podían hacer extracciones. "Después de eso, sobrevivimos a la burbuja de las puntocom (en abril de 2000, con la caída del índice Nasdaq), pero la crisis de 2001 y 2002 nos hizo retroceder a la casilla dos del ludo -ironiza-. Ahí perdimos casi todo lo que habíamos ganado. No obstante, la crisis nos enseñó que teníamos que reconvertir el negocio." Así, crearon el software para pagomiscuentas.com, que empezaron a utilizar los principales bancos. "Queda antipático decirlo, pero el corralito nos vino bien, porque al impedir que la gente retirara dinero incentivó el uso de las transacciones electrónicas", admite. Hoy, la empresa que empezó en un living tiene 150 personas y oficinas en Buenos Aires, Tandil (gracias a un acuerdo con la Universidad Nacional del Centro, de donde provienen sus profesionales), Miami y Madrid. Los principales bancos internacionales y operadoras telefónicas se cuentan entre sus clientes. Ahora, el foco de sus desarrollos está puesto en las transacciones bancarias a través del celular.

No nacieron en un garaje como Microsoft, Apple y el más reciente YouTube (ver recuadro), tal vez porque no hay tantas casas que tengan uno en la Argentina. Pero los casos de empresas como Technisys, que empezaron en una habitación o en el living de un departamento y hoy facturan millones (e incluso exportan sus servicios), no son una rara avis en el mundillo tecnológico.

Sin ir más lejos, los hermanos Fernando y Diego Frenkel fundaron la compañía de software Zoo Logic ( www.zoologic.com.ar ), en 1993, en el departamento de soltero de Diego. Por entonces tenían 26 y 25 años. Fernando se había recibido de licenciado en Economía y trabajaba en la AFIP, y Diego era programador de software independiente. "Surgió la oportunidad de desarrollar un sistema de gestión para un cliente que tenía una casa de ropa. Y ahí nos dimos cuenta de que no había un sistema de gestión estandar para la industria de la indumentaria. Entonces, Diego me propuso desarrollar el software y que yo lo comercializara", dice Fernando.

Los comienzos fueron realmente modestos. "Era un dos ambientes por escalera en Colegiales; encima, interno. Nunca sabíamos si afuera llovía o el sol rajaba la tierra -dice el ex inspector tributario-. Teníamos una PC para hacer los programas, e invertimos todos nuestros ahorros en una notebook, tan gruesa y pesada que casi había que llevarla en un carrito; con ella yo recorría los negocios del Once buscando clientes."

Así crearon Lince, la marca de software de gestión que es casi un genérico en la industria textil y de la moda. Hoy tienen 100 empleados y 2500 clientes: desde una boutique en Ramos Mejía hasta la marca Cheeky, con 130 locales en el país y en el exterior. Y dedican un 30 por ciento de sus recursos (humanos y monetarios) a la investigación y el desarrollo en software. ¿Por qué esos nombres de animales? "Es que, cuando empezamos, éramos muy chiquitos, y queríamos vernos como fieras en este negocio", dice Fernando.




Como en casa

Martín Maslo (hoy 35) creó Resultics ( www.resultics.com ), su empresa de publicidad en buscadores de Internet, junto a su amigo Sergio Schwarzer, cada uno en su casa. Claro que esto fue a principios de 2004 y, gracias a Internet y la banda ancha, era posible trabajar en forma "virtual y remota". "De todos modos, cuando teníamos un cliente importante lo citábamos en alguna oficina de esas que se alquilan por hora y tienen hasta secretaria y servicio de café", aclara. Martín había descubierto el "nicho" unos años antes, mientras trabajaba para un grupo de multimedios. El primer cliente fue su papá, que es kinesiólogo y cuyos pacientes habían mermado mucho tras la crisis de 2002. "Las prepagas y las obras sociales no le pagaban, y había que salir a buscar pacientes particulares. Pero mi viejo no quería poner un aviso que lo leyera sólo la gente del barrio que necesitaba sus servicios. Y la publicidad en buscadores se basa en filtrar por zona y palabras clave. Así, cuando alguien busca en Internet información sobre dolor de espalda, en la parte derecha de la pantalla le aparece un aviso del kinesiólogo, que paga según la cantidad de clics que recibe su aviso".

El consultorio se empezó a llenar otra vez, y el doctor Maslo se convirtió en el mejor propagandista del emprendimiento de su hijo. Así, numerosos profesionales empezaron a publicar sus avisos en la Web. Un año más tarde, en 2005, Martín dejó su trabajo para dedicarse full time a lo suyo. De facturar 12 mil pesos anuales, llegaron a casi 2 millones de dólares en 2007, cuando se transformaron en partner de Google en la Argentina. Hoy tienen más de 60 clientes en la región. La mitad son empresas de la Argentina y el resto, de México, Estados Unidos, Chile, Ecuador y Colombia.




De la PC a la heladera

En medio de la hecatombe de 2001, Luis Canal, Rodrigo Gallegos y Daniel Gil, tres veinteañeros llegados de Concordia (Entre Ríos) para estudiar en Buenos Aires, decidieron crear Itcon ( www.itcon.com.ar ), empresa de servicios tecnológicos. Empezaron en un departamento de 30 metros cuadrados. Y si bien hoy emplean a 45 personas y tienen más de 200 clientes en el país y en el exterior, los comienzos fueron duros. "Arrancamos en plena crisis, y siempre tuvimos que autofinanciarnos. Estaba bueno trabajar en casa; lo malo es que mis socios me vaciaban la heladera", se ríe Luis.

Desde un principio la empresa tuvo dos objetivos (o líneas de negocio): el desarrollo de software y servicios (de asesoramiento, soporte, etcétera) a medida para las empresas, y la búsqueda de personal y el armado de equipos de trabajo en el sector IT, algo que cada vez se vuelve más complicado. "Programar sabíamos; la cuestión era cómo conseguir clientes." El primero fue AFS (American Field Service), una ONG dedicada a promover la paz mediante programas de intercambio intercultural. Luego llegaron otras empresas, como Alba, el Sanatorio Mater Dei, Despegar.com...

Tres años después, en 2004, se mudaron a una oficina "de verdad" y tomaron a dos personas, que todavía siguen con ellos y son gerentes (lo que no es tan usual en un sector de altísima rotación laboral). Finalmente, en 2005 empezaron a exportar "talentos y servicios": buscaban técnicos argentinos para ir a trabajar a México y Estados Unidos, y desde la oficina en Buenos Aires se hacían desarrollos de software para empresas en esos países, en Chile y en Uruguay. Hoy, casi el 30% de su facturación viene del exterior.




Fanáticos de los videojuegos

En noviembre de 2005, cinco amigos decidieron unir sus conocimientos en informática y negocios con la pasión por los videojuegos. Así, Mariano Suárez Battan (28), Patricio Jutard (26), Augusto Petrone (25), Nicolás Cúneo (29) y Pablo Mayer (29) fundaron Three Melons ( www.threemelons.com ), una compañía local dedicada a los advergames.

Son juegos para computadora, consolas o celulares que tienen a las marcas como protagonistas. Esta forma de promoción que combina videojuegos con avisos tiene la ventaja de captar la atención sobre un producto o servicio mientras los destinatarios juegan. Y no es sólo para chicos (¿quién dijo que los adultos no usan la play ni los jueguitos?).

"Empezamos sin clientes, generando las demos y yendo a buscarlos por el mundo", dice Mariano. Claro que ese "buscar por el mundo" es más rápido y fácil por Internet. Y así captaron a Repsol, Disney, MTV, Lego, Discovery Networks y Audi. Hoy exportan sus desarrollos a toda América, Europa y Asia.

Las oficinas de Three Melons (hoy en un coqueto departamento de Belgrano) parecen un cibercafé. Una veintena de jóvenes juegan, pero en realidad están desarrollando videogames. Uno de los primeros fue para Sibarita, la marca de pizzas congeladas. Era un juego on line de los Power Rangers, con varios niveles, y se accedía a él por un código que venía en las cajas de pizza. Al final de cada juego, se podía imprimir un cupón con la cantidad de "puntos" logrados para cambiar por algún premio, una promoción útil para campañas y fidelización de clientes.




Pioneros de aquí y de allá

Otro que pasó del living a las oficinas globales es Roni Lieberman, fundador de Memory ( www.memoryargentina.com ). La empresa comenzó en 1986 en su departamento, mientras estudiaba Sistemas en la Universidad de Montevideo. Aunque Roni nunca terminó la carrera, su emprendimiento fue elegido como caso de estudio por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 2005. Empezó llamando por teléfono a amigos y conocidos que tenían negocio, para venderles un software de gestión (ERP). Algunos ni siquiera tenían computadora. Pero Roni siempre tuvo en claro que su mercado eran las micropymes y pequeñas empresas (desde un quiosco hasta una cadena de comidas rápidas). Hoy tiene más de 50.000 clientes a ambos lados del Río de la Plata, y en casi todos los países de América latina.

Federico Seineldín, fundador de Openware ( www.openware.biz ), una plataforma para comunicaciones a través de Internet, empezó "de chiquito" con la tecnología. Fue allá por los 80, en Rosario, su ciudad natal, cuando sus padres le compraron una Sinclair Spectrum. Ya en la universidad, armó su propia BBS (antecesora de las actuales páginas web). Se llamaba El agujero y permitía que otros estudiantes pudieran bajarse programas y documentos, y participar de "foros de discusión". En 1996 creó Openware con Daniela (hoy su esposa y madre de sus dos hijos), una compañía "casera" que se convirtió en el primer proveedor independiente de Internet en el interior del país. En 2005 fundó la Escuela de Hackers, un proyecto educativo y "tecnosocial" con jóvenes rosarinos, que buscaba rescatar la esencia de todo hacker: la curiosidad y el desafío de encontrar fallas en los sistemas para resolverlas en lugar de delinquir. El objetivo fue despertar vocaciones hacia la informática y transmitir valores, además de conocimientos técnicos.

Gustavo Viceconti, también rosarino y confeso autodidacta de la informática, es el fundador de Neuralsoft ( www.neuralsoft.com ), una de las líderes en software de gestión y consultoría para grandes empresas. "Todo empezó cuando fuimos de vacaciones a Brasil y mi mamá me compró una TK 83. A los 15 años empecé a programar jueguitos en esa máquina y un año después mi tío puso un local de computación. Yo vendía jueguitos y daba clases ahí -cuenta-. Pero me gustaba más programar que vender, así que a los 19 me junté con un amigo y con nuestras respectivas novias, y armamos una empresa de soluciones de software en un departamento", cuenta Gustavo. Crearon un programa, Presea, que sirve para gestionar un negocio en todas sus etapas: desde la compra de insumos hasta el pago a proveedores. El primer cliente fue una fábrica de cosechadoras que se fundió en los 90, pero la empresa de Gustavo siguió en pie. Hoy, Neuralsoft tiene 130 empleados, entre Rosario, Buenos Aires y Córdoba, y factura más de $ 13 millones al año.





¡Un técnico ahí, por favor!

Con poco capital físico, pero mucho conocimiento, las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) hacen posible crear empresas casi de la nada. Y la Argentina, gracias al buen nivel de sus técnicos y profesionales, es un lugar atractivo para la instalación de las llamadas software factories. La apertura de las oficinas de Google en Buenos Aires el año pasado, y la instalación de centros de desarrollo de software por parte de Intel, Motorola y EDS en Córdoba, dan cuenta de este fenómeno.

El año pasado, el sector facturó $ 5500 millones, y exportó por US$ 350 millones. Esta industria sin chimeneas viene creciendo al 20% anual (el doble del promedio de la economía). Pero el boom podría frenarse por falta de profesionales y técnicos.

Cada año, unos 24.000 estudiantes ingresan en las carreras de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), pero sólo egresan unos 2700. Número insuficiente: en 2007, quedaron unos 7 mil puestos sin cubrir.

Esto provoca una feroz guerra por el talento, que explica los elevados salarios y la alta rotación de gran parte de los trabajadores del sector. "Un técnico recién recibido me pide con total desparpajo el triple del sueldo que gano yo -se queja un consultor laboral especializado-. El problema es que después vienen las multinacionales que exportan software, les ofrecen más sueldo y se los llevan."

¿Será mucha la demanda, o es poca la oferta? Un análisis de la matrícula universitaria revela que sólo el 4,7% de los estudiantes argentinos elige carreras técnicas. ¿Hay desinformación, poca vocación por las ciencias "duras", miedo a la matemática? El problema tiene sus raíces en el sistema educativo, y no se resuelve de un día para el otro. De todos modos, el debate está abierto.



Por María Naranjo